Mucho más que café viejo: algunos usos creativos para el poso de café - Infobae

2022-09-09 12:31:07 By : Ms. Elsa Zhang

Fanáticos del café hay muchos y en todo el mundo. En Alemania, por ejemplo, cada habitante toma en promedio 170 litros de esta bebida al año. Lo cierto es que el café es un negocio millonario y en muchos países representa una cuota muy importante de ingresos. Pero si se analiza de cerca el ciclo de producción completo de una taza de café, desde el grano hasta el espresso ya listo, es fácil comprobar que esto genera varios productos secundarios. Gran parte de estos, como una enorme cantidad de poso de café, termina en la basura. Inna Bretz, científica del Instituto Fraunhofer de Medio Ambiente y Técnica de Seguridad y Energía de Alemania, dice que tirarlo es una pena. Es por eso que desde hace años investiga cómo reutilizar el poso industrial de café. "El poso de café es una materia prima valiosa", asegura la química. Entre otras cosas, dice que se lo puede usar para eliminar colorantes y como abono de varias plantas. Incluso se emplea como sustrato para setas. Algunos empresas tratan de aprovechar esto. En el norte de Bruselas, entre vías de tren y un canal, donde a principios del siglo XX se cruzaban los caminos del transporte y el comercio de una potencia colonial, se cultivan gírgolas en los frescos y húmedos sótanos del histórico depósito aduanero real con la ayuda de la borra de café que aportan los cafés y restaurantes cercanos. La empresa Permafungi reúne casi todos los meses alrededor de cinco toneladas de poso de café, que mete con heno y esporas de hongos en largas bolsas de plástico que cuelgan del techo del sótano para cultivar setas. Esto se debe a que la borra de café es el sustrato ideal para los hongos. Después de unas dos semanas de cultivo, se los cosecha y vende en los mercados cercanos. Tras la cosecha, los restos de la mezcla con poso de café y heno se combinan con nuevas esporas de hongos y se transforman en un material de construcción orgánico que se puede usar para la producción de placas para aislamiento térmico o acústico, pantallas de lámparas o material de envasado. El gerente de Permafungi, Stijn Roovers, explica que la idea es no solo reducir la basura de la ciudad, sino también reutilizarla.  "En todo el mundo hay un montón de desechos de café. Aquí en Bruselas también", dice. Afirma que en las grandes ciudades de Bélgica, tan solo una parte muy pequeña de esos residuos termina siendo usada para compost. La mayor parte del poso se incinera con la basura hogareña normal. A largo plazo, la empresa quiere que sus productos a base de micelio, es decir, productos que consisten en una robusta malla de diminutos hilos de hongos, compitan con los plásticos. Sobre todo en los ámbitos del envasado y el aislamiento. "Mientras que materiales como la espuma de poliestireno tardan unos 500 años en descomponerse en parte, los materiales a base de micelio se disuelven por completo en tan solo unas semanas", afirma Roovers. Está convencido de que la micología -la ciencia que se dedica a estudiar los hongos- no solo es interesante desde un punto de vista científico, sino que también puede ayudar a la humanidad a vivir de modo más respetuosa con el medio ambiente. El experto en basura Rolf Buschmann, de la ONG ecologista alemana BUND, dice que no hay nada perjudicial en la idea de usar este sustrato orgánico para cultivar hongos. "Me parece una buena forma de aprovechar un material secundario", opina. Sin embargo, tiene algunos reparos cuando las empresas sacan al mercado envases compostables. En su opinión, sigue faltando cierta transparencia en el manejo de estas cuestiones. "¿Qué tengo que hacer al final con el producto? ¿A dónde va? En el caso de la mayoría de este tipo de envases, es algo que no está muy en claro, sea cual sea el material del que están hechos", señala Buschmann. Sostiene que el objetivo no puede ser reemplazar un material de un solo uso por otro material de un solo uso. Cree que lo mejor es reemplazar el material de un solo uso por otro de varios usos. Por eso considera que este material es mucho más interesante cuando se lo emplea para ser usado a largo plazo. La empresa berlinesa Kaffeeform busca fabricar productos de larga vida con este material. Ellos también juntan el poso del café, pero en vez de usarlo para cultivar hongos, lo emplean para fabricar vasos de varios usos e incluso relojes. Para que los vasos no se disuelvan en contacto con el líquido caliente, mezclan la borra con aglutinantes vegetales, como virutas de haya, celulosa o los llamados biopolímeros. Estos son plásticos que se producen a partir de materias primas renovables, como por ejemplo el maíz. Por esta razón, los vasos para café así producidos no son compostables. Si bien considera que esto es una pena, Buschmann destaca que está bien que eso esté aclarado en la página web de la empresa. "Está bien y es correcto que sea así", afirma. Está en contra de brindarle información falsa al consumidor y aclara que, a fin de cuentas, el hecho de que algunos productos sean fabricados con materiales orgánicos no significa que sean automáticamente compostables. dpa

Fanáticos del café hay muchos y en todo el mundo. En Alemania, por ejemplo, cada habitante toma en promedio 170 litros de esta bebida al año. Lo cierto es que el café es un negocio millonario y en muchos países representa una cuota muy importante de ingresos.

Pero si se analiza de cerca el ciclo de producción completo de una taza de café, desde el grano hasta el espresso ya listo, es fácil comprobar que esto genera varios productos secundarios. Gran parte de estos, como una enorme cantidad de poso de café, termina en la basura.

Inna Bretz, científica del Instituto Fraunhofer de Medio Ambiente y Técnica de Seguridad y Energía de Alemania, dice que tirarlo es una pena. Es por eso que desde hace años investiga cómo reutilizar el poso industrial de café.

"El poso de café es una materia prima valiosa", asegura la química. Entre otras cosas, dice que se lo puede usar para eliminar colorantes y como abono de varias plantas. Incluso se emplea como sustrato para setas.

Algunos empresas tratan de aprovechar esto. En el norte de Bruselas, entre vías de tren y un canal, donde a principios del siglo XX se cruzaban los caminos del transporte y el comercio de una potencia colonial, se cultivan gírgolas en los frescos y húmedos sótanos del histórico depósito aduanero real con la ayuda de la borra de café que aportan los cafés y restaurantes cercanos.

La empresa Permafungi reúne casi todos los meses alrededor de cinco toneladas de poso de café, que mete con heno y esporas de hongos en largas bolsas de plástico que cuelgan del techo del sótano para cultivar setas. Esto se debe a que la borra de café es el sustrato ideal para los hongos. Después de unas dos semanas de cultivo, se los cosecha y vende en los mercados cercanos.

Tras la cosecha, los restos de la mezcla con poso de café y heno se combinan con nuevas esporas de hongos y se transforman en un material de construcción orgánico que se puede usar para la producción de placas para aislamiento térmico o acústico, pantallas de lámparas o material de envasado. El gerente de Permafungi, Stijn Roovers, explica que la idea es no solo reducir la basura de la ciudad, sino también reutilizarla. 

"En todo el mundo hay un montón de desechos de café. Aquí en Bruselas también", dice. Afirma que en las grandes ciudades de Bélgica, tan solo una parte muy pequeña de esos residuos termina siendo usada para compost. La mayor parte del poso se incinera con la basura hogareña normal.

A largo plazo, la empresa quiere que sus productos a base de micelio, es decir, productos que consisten en una robusta malla de diminutos hilos de hongos, compitan con los plásticos. Sobre todo en los ámbitos del envasado y el aislamiento. "Mientras que materiales como la espuma de poliestireno tardan unos 500 años en descomponerse en parte, los materiales a base de micelio se disuelven por completo en tan solo unas semanas", afirma Roovers.

Está convencido de que la micología -la ciencia que se dedica a estudiar los hongos- no solo es interesante desde un punto de vista científico, sino que también puede ayudar a la humanidad a vivir de modo más respetuosa con el medio ambiente.

El experto en basura Rolf Buschmann, de la ONG ecologista alemana BUND, dice que no hay nada perjudicial en la idea de usar este sustrato orgánico para cultivar hongos. "Me parece una buena forma de aprovechar un material secundario", opina. Sin embargo, tiene algunos reparos cuando las empresas sacan al mercado envases compostables.

En su opinión, sigue faltando cierta transparencia en el manejo de estas cuestiones. "¿Qué tengo que hacer al final con el producto? ¿A dónde va? En el caso de la mayoría de este tipo de envases, es algo que no está muy en claro, sea cual sea el material del que están hechos", señala Buschmann.

Sostiene que el objetivo no puede ser reemplazar un material de un solo uso por otro material de un solo uso. Cree que lo mejor es reemplazar el material de un solo uso por otro de varios usos. Por eso considera que este material es mucho más interesante cuando se lo emplea para ser usado a largo plazo.

La empresa berlinesa Kaffeeform busca fabricar productos de larga vida con este material. Ellos también juntan el poso del café, pero en vez de usarlo para cultivar hongos, lo emplean para fabricar vasos de varios usos e incluso relojes. Para que los vasos no se disuelvan en contacto con el líquido caliente, mezclan la borra con aglutinantes vegetales, como virutas de haya, celulosa o los llamados biopolímeros. Estos son plásticos que se producen a partir de materias primas renovables, como por ejemplo el maíz.

Por esta razón, los vasos para café así producidos no son compostables. Si bien considera que esto es una pena, Buschmann destaca que está bien que eso esté aclarado en la página web de la empresa. "Está bien y es correcto que sea así", afirma. Está en contra de brindarle información falsa al consumidor y aclara que, a fin de cuentas, el hecho de que algunos productos sean fabricados con materiales orgánicos no significa que sean automáticamente compostables.